Monólogo interior de un procrastinador compulsivo
Gyan Zetina

deutsche Fassung


Recuerda, te lo propusiste y no puedes fallarte a ti mismo.

Parece tarde, siento el frío metálico de la noche abalanzándose sobre mi estómago, vertiendo todo su peso sobre mí, estirando mis párpados que elásticamente azotarán mis ojos hasta difuminar las imágenes tenues que aún perciben.

Recuerda, te lo propusiste, al igual que ayer, cuando no escuchaste y te desparramaste sobre el colchón, borracho de un cansancio que no bebiste.

Tengo todas las herramientas frente a mí para iniciar el trabajo que me compete; este es el único tiempo que realmente poseo, sin embargo, lo administro como un dirigente permisivo, soy un rey a merced de sus súbditos.

Ahora mismo comenzaré, necesito prepararme y despejar los densos nubarrones de recuerdos que nublan mi lucidez e impiden circular la claridad; tomaré mi teléfono y contestaré los mensajes pendientes, de tal modo que no exista impulso que me desvíe de la dinámica del trabajo. En mi teléfono cabe un mundo; sumerjo la totalidad de mi cuerpo en la pantalla de agua iluminada, abro mis ojos en la profundidad, donde nadie percibe mi verdadera forma, que puede ser distorsionada por estas ondas que penetran mi cuerpo como flechas. Aquí, las sensaciones difieren. No deseo permanecer mucho tiempo en este espacio; el agua se enturbia por un líquido oscuro que proviene del fondo y recuerdo que tengo cosas pendientes afuera, en la clarividencia.

¡Siéntate, siéntate! Cuánto tiempo ha transcurrido y sigues en el mismo punto del inicio. Esta ceremonia con tantos preparatorios para una simple tarea es simplemente innecesaria ¿Recuerdas cómo odiabas entonar el himno nacional en actos cívicos escolares? Las cosas se hacen con vehemencia y decisión; te sientas, enciendes la computadora y trabajas hasta que finalices. Así se ha hecho siempre. Coloca dos tablones—dos tablones largos de madera— en ambos costados de tu cabeza, atorníllalos de un extremo en tus sienes, de tal modo que cubran tu visión periférica y puedas concentrarte en la pantalla encendida que te espera. No permitas que ningún pensamiento penetre como una polilla la armadura simbólica que erigiste para proteger tu mente. Esas distracciones solo desean robar tu productividad, llevársela en un saco, atraparla para que esta no regrese a ti; después, la dispersarán en un aire desconocido, lejos de aquí, y volará como un buitre o un vencejo para perderse tras las nubes. Mientras, dormirás, angustiado por haberla dejado escapar. Tendrás que comenzar de nuevo. No te muerdas la cola.

He logrado avanzar una pequeña distancia. Cada segundo se me tuerce la mandíbula en un intento por apartarme del cometido; deseo voltear y observar una escena que ya conozco. Las sombras ocupan el mismo espacio de ayer, los libros y papeles descansan amontonados, haciéndose compañía, se aglutinan como conejos combatiendo el torrente de aire frío que penetra su madriguera, la computadora ejerce el ruido de una pequeña fábrica, en la que por momentos, los obreros se toman un momento para respirar y continuar trabajando, ensordeciendo al silencio; una pequeña lámpara hace las veces de centinela, vigila que el sueño no se filtre por la pequeña rendija que la ocupación no alcanza a cerrar; ilumina tímidamente algunos cables entrelazados de una manera desordenada. Todo esto ya lo conozco, puedo observar el cuadro sin la necesidad de abrir mis ojos; sin embargo, mi atención escapa como el humo de una chimenea, se esparce en el ambiente y la capturan las diminutas burbujas que ascienden hasta la superficie de un vaso con agua; la escena que ocupaba mi mente, a través del vidrio, se distorsiona, y aquello que creía guardar en mi memoria se vuelve inútil, ha mutado y ha dejado de ser una imagen verdadera; las letras de mis libros giran un pequeño arco y tratan de voltearse junto con la superficie que ocupan, ahora transmiten un mensaje completamente distinto; todos los libros han cambiado su título y sentido a través del agua engañosa. Coloco mi mentón en la boca del vaso de vidrio y observo el fondo. Pequeñas partículas de polvo yacen acompañadas de finitas burbujas; si el vaso gira, ellas lo siguen; el agua tiembla asustada; pequeñas montañas se forman en su superficie y luego hondonadas cuyo destino es la quietud de los valles donde se descansa con la espalda recta.

Sé que no necesito poner mis piernas en marcha, no necesito quitar el techo que me cubre de la lluvia para contemplar nuevos universos. Soy una pequeña partícula en un vaso con agua.

Si los hombres al dormir tuvieran una vida alternativa, como sostenían algunos maestros en Tlon, todos esos escenarios que palpas en tus sueños construirían tu ser, serían parte de ti; pero, en realidad, lo único que moldea el caos que te envuelve para incorporarlo al orden por donde tus pies caminan, es el trabajo que realizas cuando eres consciente.

Siento un globo inflado palpitando dentro de mi cabeza, creciendo poco a poco y ocupando todo el espacio disponible; mis codos, apoyados sobre la mesa, comienzan a sufrir las marcas por el contacto con los bordes, no se han movido en mucho tiempo, fieles a su posición; mis ojos sufren desde adentro, quisieran desprenderse de sus órbitas y liberarse de todos esos delgados hilos que los sostienen en el mismo espacio. Cada fémur de mis piernas sufre los quebrantos de su posición vertical, de soportarme y soportar la inmovilidad, que pesa tanto como un edificio.

Mi cuello comienza a ceder y mi cabeza a oscilar como un resorte de juguete. Nunca he sido dueño de mis pensamientos, estos solo aparecen aleatoriamente como diapositivas dispuestas, una tras otra. Intento mantenerme concentrado en la pantalla brillante, pero no tengo el control; pronto —sin que yo la llame—se presentará una nueva imagen, un nuevo recuerdo que me llevará a un lugar distinto al que deseo. Cuando regrese, intentaré continuar con mi cometido, pero las imágenes insistirán y son tan poderosas que me levantan de la silla; ahora estoy abriendo el refrigerador y el aire frío me salpica las mejillas. Estoy tan alejado de lo que pretendía.

¡¡¡Qué te está pasando!!! Vuelve a la silla y continúa. Sabes que si tus párpados se cierran en un duro instante acabarás en donde comenzaste, pero mucho tiempo después; estarás perdiendo la carrera; tus palabras son tan leves, no se puede permanecer en el mismo lugar para siempre.

No se puede permanecer en el mismo lugar para siempre, es cierto. Pero necesito un poco más en este. La idea de movimiento me abruma porque no sé a dónde moverme. Ahora siento un placer exultante con las sábanas de seda rozando mis piernas enrolladas, en este pequeño colchón podré trepar a nuevos mundos que no dependen de lo que yo haga. Hay un pequeño aguijón en mi costado que me recuerda lo que hice a un lado, lo pendiente; sé que no se irá, pero en otro momento me ocuparé de ello (?)